sábado, 18 de octubre de 2014

Columpios. La presentación

Conocí a Gerardo Meneses Díaz cuando ya era Gerardo Meneses (hoy es Gerry para los amigos y para todos los que lo apreciamos). No me gustaría usar la palabra "maduro" porque suelo asociarla con podrido y si algo caracteriza a este hombre es precisamente lo contrario: su vitalidad, frescura, su rock y su blues que se reafirma al paso de los años.

En aquel lejano año ya tenías voz y no hablo de ese tono dulce que a veces no cuadra con tu pinta de rufián (mentí, no pareces rufíán pero sí pedagogo) sino de tu voz de poeta misma que muchas veces da chance de sentir, de calar que uno tiene alma, de sopesarse y saber que uno no es únicamente tripas, huesos y carne. De saber que eres más que "un monstruo irredento con mejillas de nube, pájaros labios, palabras que quieren rodearte..."
 
Ya eras entonces el bluesman que "no sabía leer poemas, ni le importaba...", el chido de la rola. El tipo no complaciente que armaba sus bluses haciéndolos pasar como arrullos y poemas, y que nos engañabas haciéndonos creer que eran pesadillas.

Y sin importar que ya estabas definido, nos enseñaste tu corazón autista... a veces dolido, suicidamente triste, en el que ya perfilabas canciones de ausencias y de acercamiento al amor, visitando la casa de una amada a la que extrañabas. Y por vez primera dejaste ver tus destellos musicales hechos poemas.

No es la primera ocasión que puedo compartirte y compartir al que eres: al músico, poeta y pedagogo, al amigo que explotó una lata de rock & poemario y dejó expuesto el corazón. Le pusiste nombre y apellidos a tus sentires, que eran muchos y contrastantes. Por vez primera conocí a un Gerry que me hizo titubear, que fue violento y al mismo tiempo amoroso, amoroso extraño como ocurre con esas canciones que se instalan en nuestros suondtrack personal. Te sentí depresivo como rola de Cobain y optimista como rola de Lennon; diabólico como rola de las piedrucas e insatisfecho como ellos mismos; y hasta determinante como melodía de los Who.

Tu voz, Gerardo Meneses, no es la de un poeta o no de un poeta cualquiera. Es la voz de un mago con mangas y chistera y trucos guardados que nos hacen leer poemas que después conviertes en canción... así me pasó al leer Columpios: no leí un libro sino que escuché un concierto de amor o tal vez desamor.

¿Ahora cántame tú, Gerry, que es Columpios?

miércoles, 15 de octubre de 2014

Presentación de Columpios en la Feria Internacional del Libro del Zócalo, 2014





¡Gracias a todos los que acompañaron a Gerry Meneses en la presentación en sociedad de su nuevo libro Columpios! La experiencia fue memorable.

sábado, 11 de octubre de 2014

Mi nombre es...

...Héctor y soy acrofóbico.


Mi amigo Gerry Meneses también lo era, pero una niña lo alivió.

Presentación de Columpios, de Gerry Meneses.
Feria Internacional del Libro del Zócalo
Foro Nicanor Parra
Miercoles 15, 17:00 hrs.

jueves, 15 de mayo de 2014

Pedofonías



La otra noche me encontraba profundamente dormido cuando alguien tuvo la amabilidad de acordarse de mí y por ello decidió marcar mi número telefónico. Ante semejante crimen de lesa humanidad mi primera reacción fue aventar el aparato hasta el extremo opuesto de la habitación cometiendo el grave error de no apagarlo, lo que motivó que medio minuto después la chingadera volviera a sonar como sí un demonio lo estuviera poseyendo
Varias opciones pasaron por mi mente mientras determinaba la conveniencia de levantarme: a) probablemente la señorita cajera de la Comercial mexicana se había arrepentido de redondear mi cambio sin preguntar y en un acto de sensatez moral había decidió llamarme para ofrecerme una disculpa y retribuirme mis centavos apenas abriera la tienda; b) cabía la posibilidad de que el señor abogado del banco siguiera trabajando en su flamante despacho, y al encontrarse con mi expediente crediticio, hubiera resuelto hacerme una llamada para amenazar con un embargo en caso de que no pasara a liquidarles los trece pesos con cincuenta centavos (más intereses moratorios), que les adeudaba por concepto de estacionamiento; c) que hubiera muerto un tío lejano y su testamento estuviera encabezado con mi nombre, por lo cual, el notario urgía mi presencia. La última opción, a pesar de ser la más descabellada, se erigía como la más cercana por lo que de inmediato brinqué de la cama y rastreé el sonido del aparato hasta tenerlo en mis manos pero como suele ocurrir en las caricaturas, apenas tuve el celular en mis manos, éste enmudeció acrecentando mi coraje y mi preocupación pues cabía la posibilidad que mi hermana me ganara la herencia.

Veintidós llamadas perdidas establecieron un récord en mi vida pues nunca antes persona alguna se había mostrado tanto interés en charlar conmigo. Cuando había resuelto regresar a la cama, el teléfono sonó nuevamente y yo respondí con esa voz que caracteriza a quienes somos arrancados de los brazos de Morfeo. Del otro lado, sólo pude escuchar una especie de graznido que me hizo enmudecer de terror porque tuve la certeza que era el diablo y no el notario de mi tío quien me llamaba.

Di.. di.. diga… (¡glup!)

— ¿Te desssperrrtéee?


Ante semejante pregunta sólo la indignación fue capaz de instalarse en mi ser, cuya manifestación vino en forma de una sonora mentada de madre que no paró hasta que mi interlocutor dijo: “sólo te llamé para decirte que te quiero un shingo (así dijo: shingo); que eres mi carnal y que siempre me quitaré la camisa por ti… ¿qué haces?” Semejante acto de insensibilidad hacia lo que Benito Juárez definió como “el respeto al derecho ajeno” me hizo colgar el teléfono y pensar en las manías de los alcohólicos así como en sus motivaciones para despertar a sus seres amados.

Según estudios psicológicos desarrollados por antropólogos sociales, el fenómeno de chingar al prójimo a deshoras y en condiciones etílicas, es conocido bajo el nombre de pedofonía cuya raíz etimológica proviene del mexicanismo: pedo, borracho; y phoneo(ar), hablo(ar) por teléfono. “El que habla por teléfono cuando está borracho.”

Las características de esta manía son las siguientes: 1) Encontrarse en estado de ebriedad. No importa el grado de alcohol en la sangre pues los efectos son variables en cada persona. 2) Tener un teléfono a la mano. Si es celular basta con tener saldo. 3) Estar enamorado, dolorido, triste, eufórico, solo, acompañado, o en cualquier otra situación que sirva como pretexto para joder. Lo anterior resulta un problema pues como podrá apreciarse, todos podemos ser pedófonos en potencia y para ello sólo basta un pequeño pretexto, por ejemplo, recuerdo cuando cursaba tercero de secundaria, el convivio de un sujeto apodado el Coreano había resultado un éxito gracias a los tragos clandestinos que dimos a unas viñas reales, mismas que al mezclarse con el ambiente guapachoso, motivaron mis deseos de tomar un teléfono y marcar el único número que me sabía de memoria: el de Claudita. Cuando ella contestó no dije nada, sólo me deleité con su voz y colgué. Repetí la acción cinco o seis veces hasta que su padre cogió la bocina y amenazó con matar al gracioso que la hacía de mudo. Tal vez aquella primera experiencia no fue relevante pero sí resultó sintomática para que años después, en circunstancias similares, decidiera hablarle a otra Claudia, la cual tuvo la amabilidad de mandarme a la chingada si no la dejaba dormir.
Este ejemplo y muchos otros de similares circunstancias, tienen tres constantes: la embriaguez, la comunicación telefónica y la necesidad de joder a alguien a deshoras, ya que es en estado etílico cuando la gente adquiere la seguridad para decir cosas que no podría expresar en otras circunstancias por más que alegue que tiene la capacidad de “volverlo a repetir en su juicio”.

Y si bien es cierto que lo antes dicho a muchos les resulta una gracejada, tiene un trasfondo más complejo que es necesario tratar urgentemente pues resulta no sólo ridículo sino enfermo, llamarle a la gente a deshoras para hacerle saber que es un buen amigo, que es el amor de su vida, que se va a suicidar, o simplemente, para verificar si uno está dormido para lo cual se formula una pregunta que  en sí misma es pendeja.

Ante este panorama si usted, lejos de sufrir pedofonía, sufre a causa de la pedofonía de su pretendiente, mejor amigo, primo lejano o amante en potencia, asegúrese de no dar su número a cualquier pelagatos a la menor provocación así se encuentre convencido que es un tipo tranquilo.

jueves, 24 de abril de 2014

In Utero, in Tribute, in Entirety

In utero fue mi disco preferido de Nirvana muy por encima del Nevermind. Cada vez que lo escuchaba había algo que no me permitía estar en paz. Podía ponerlo varias veces al día sin problema
 
Hoy me encuentro con este disco de covers que pongo a su consideración. Tiene sus altibajos pero está buenón y le gustará si usted es de los que aún menea la cabeza cuando un grupo de covers pretende lanzarse al estrellato con las rolas del grupo de Kurt Cobain.

Para escuchar el disco, por favor, púchele aquí.

martes, 15 de abril de 2014

Exorcismos*



El día que mi amigo Toñito cumplió la peligrosa edad de doce años, su hermana Lupe decidió que era momento de hacernos experimentar sensaciones aptas para hombres por lo que nos citó esa misma tarde en su casa, justo cuando sus padres salieran a visitar al tío Ultiminio que yacía en una cama desde que la burra Bernardita lo mandó al suelo por vía de una patada. 

Puntuales y emocionados por la invitación, acudimos Abel, Tomás y un servidor hasta la casa de aquellos hermanos que muy sonrientes abrieron la puerta y nos invitaron a pasar hasta la recámara de Lupe. Esta situación nos llenó de un extraño nerviosismo pues si las leyendas de los mayores resultaban ciertas estábamos a unos minutos de vivir nuestra iniciación en uno de los tantos misterios de la vida. Lupe, que portaba unos shorts de mezclilla muy ceñidos y una blusita de tirantes, que en ciertos momentos aplacaba la imaginación pero alborotaba los humores de los presentes, nos pidió que nos acomodáramos en torno a su cama y nos tomáramos de la mano. Lo hicimos. Después sacó una cajita parecida a la del Turista mundial y de ella sacó una tabla y un triángulo de madera, la colocó sobre la cama, se concentró y se puso a musitar algunas cosas que nadie entendió.  Después nos presentó con alguien que no estaba presente, cuando menos a nuestros ojos, y con la serenidad de alguien que había dejado de jugar preguntó:

     - ¿Quieren saber cuándo se van a morir?

Nadie respondió. Ante nuestra falta de iniciativa, la hermana buenota de Toñito le preguntó a la tabla que si quería jugar con nosotros y el triangulito se desplazó a una casilla donde la palabra “si” no se mostraba como la posibilidad más emocionante para nosotros.

     - ¿Quién se va a morir primero de estos chamacos? preguntó Lupe en voz alta mientras el triángulo se desplazaba por cada una de las letras que conformaban la pregunta.

Cuando me percaté de que el triángulo se posicionaba en la letra H y se dirigía rumbo a la E tomé la sana decisión de mandar el jueguito a la chingada y salí de la habitación de Lupe cargando un temor que se me acumulaba en el estómago en forma de dolor. Cuando iba a abrir la puerta que daba a la calle, las luces se apagaron, un vientecillo me golpeó el cuerpo y grité como hasta ahora nunca lo he hecho. No recuerdo si me desmayé pero seguro sufrí un shock nervioso o tuve mi primer infarto. La siguiente escena que viene a mi memoria fue la de mi mamá rezando un rosario con su comadre mientras yo sostenía un cirio en la mano derecha y una tarjeta de San Hipólito en la izquierda.
Cabe resaltar que desde entonces, mi amistad con Toñito se fracturó y a consecuencia de ese distanciamiento pasé años saboreándome a su hermana en una total soledad que se extinguió cuando Lupe fue a dar a un hospital psiquiátrico (según versan los rumores de los vecinos) pues parece que le había dado por personificar a la niñita de película La maldición, cuando menos tres veces a la semana.

Sólo hasta anoche, que escuché a un sacerdote hablar sobre exorcismos, mis sospechas se reafirmaron: probablemente Lupe estaba poseída por un demonio noruego que le pedía en tributo las almas angelicales de tres angelitos pero como yo deserté a tiempo de la ofrenda supongo que ella tuvo que pagar en cuerpo y alma mi desacato.
 
En realidad no sé qué tan cierto sea eso de que el chamuco y sus secuaces puedan meterse en los cuerpos de las personas a través de tablitas que se venden en los centros comerciales pero, por si acaso, aquí les dejo las tres características que tienen los posesos ya que supongo de algo les puede servir:

1) Poseen una fuerza física superior a la de cualquier persona (titanismo o sansonismo), por lo que una chaparrita del tamaño de La Güereja bien podría levantar al luchador conocido como Súper Porky (Brazo de plata) empleando únicamente la fuerza de su dedo meñique. Si lo anterior es cierto, algunas posibles posesas pueden ser: Soraya Jiménez Mendivil, campeona olímpica de halterofilia; mi tía Ramona, cuya capacidad para cargar marranos los domingos de carnitas es realmente paranormal; y todas las niñas de primero a cuarto de primaria que son capaces de transportar el doble de su peso en útiles escolares. 

2) Hablar fluidamente una lengua extraña nunca antes aprendida (xenoglosia). Bajo este criterio, todos los que hablan con la efe y mi tío Teodosio en estado de ebriedad, cumplen con el requisito

3) Aversión a cualquier imagen religiosa. En este caso, el requisito lo cumplo yo.

Otras características que pueden ayudar a identificar a un poseso son: la clarividencia, las dermografías y la levitación. Si lo anterior es cierto, puede estar usted a un lado de un poseso sin haber reparado en ello, así que mejor haga caso a este artículo y consulte a su exorcista de confianza.

*Texto publicado en Memorias de un enfermo mental. Noviembre de 2010
Foto: Propiedad de Alexis Alvarenga