Paso
uno. Hágase de un tubo de cartón en el que pueda ingresar dosis generosas de
realidad.
Son tiempos difíciles para la educación… una vez
más. Los círculos del poder, fieles a su naturaleza rapaz, han vuelto a
recurrir a los servicios de la suripanta preferida: la puta más cuadrada.
La misma que a cambio de componendas y dádivas tiene la misión de seducir las
mentes de quienes ya no se conforman con vivir bajo los influjos de la droga de
moda en el sexenio pasado sino que ahora se ilusionan con la idea de engrosar
las filas de los no vivos y confirmar que este territorio está a unos pasos del
colapso total.
La suripanta cuadrangular contraataca, y son la
educación pública y sus educadores, quienes a fuerza de un documental, decenas
de reportajes, cientos de noticias de última hora y sesudas opiniones con
tendencia a la desvalorización, se convierten en blanco predilecto. La sentencia
es reduccionista: México va al despeñadero por culpa quienes tienen la
única misión de educar. Es a esos a quien hay que criminalizar, excluir,
erradicar y a los menos aferrados, reencausar a las exigencias de la
modernidad.
¿Qué está pasando en nuestro país para que un
sofisma televisivo (valga la redundancia) sea capaz de enfrentar a una sociedad
entera balanceándose en la cuerda floja atada a los extremos de lo bueno y lo
malo?
¿Qué está pasando en México que la gente ha tomado
la decisión de señalar a sus educadores cuando es por todos sabido que el
mismo que ha dejado en la orfandad a la educación es quien ahora arenga a todos
a mejorarla deshaciéndose de los educadores incómodos?
¿Cómo van las cosas en este paraíso, que ya casi
ni es país —como me dijo apenas unas semanas Gerry—, que muchos han sonreído ante la idea de convertirse en zombies
antes que levantar el puño y alzar la voz y sumarse a la solución de esta
ecuación llamada México?
El panorama no es peor comparado con otras décadas.
Sigue siendo el mismo sólo que esta vez se ha adaptado a los nuevos tiempos.
Como lo menciona Gerardo Meneses en su texto de apertura: “En ese renglón, la condición existencial
del presente parece irreversible y todavía inestimable el derrotero que ha de
seguir, sobre todo porque tiene una música de fondo ruidosa y violenta. No sólo
es la tecnología lo que está afectando la época, lo hacen también las tensiones
con los contextos de incremento del despojo, la dominación, la manipulación
mediática, la exclusión, la crisis de sustentabilidad y el exacerbado
mercantilismo.”
Paso
dos. Consiga tres espejos e insértelos dentro del tubo de cartón.
¿Por qué hacer otro libro de pedagogía, o
concretamente, un libro más sobre el amor pedagógico? La respuesta parece
obvia: porque si bien es cierto que la pedagogía parece estar sumida en un
letargo que la hace navegar sobre una inmensa laguna sin que sople el menor
viento y que esto provoque una constante amenaza por desaparecerla a la menor provocación,
hay quienes se aferran a seguir haciéndola.
Es menester destacar que este nuevo libro no sólo existe
gracias al afán de querer hacer pedagogía desde los reductos academicistas sino
de hacer pedagogía con sentido y dirección a partir de la sensibilidad, de
aportar con pasión y volverse lúdico con el quehacer pedagógico sin perder de
vista el terreno en que se mueve. No importan las posiciones, éstas se van
calibrando gracias a los reflejos que proyectan los tres espejos necesarios
para construir el caleidoscopio.
El nuevo amor pedagógico & un ExpeRiMientO, es un caleidoscopio
armado pacientemente por Gerardo Meneses Díaz, viejo conocido al que ya le
sabemos su adicción al peligro pedagógico, pero construido a partir de las
sensibilidades, que con respecto al amor, tienen los autores de cada uno de los
textos que, como trocitos de vidrio de muchos colores, van modelando figuras
que llevan a otros a interpretar las realidades pedagógicas necesarias para no
dejar morir la materia que nos nutre de identidad.
Los mosaicos proyectados en esta nueva
aventura, aunque perfectamente delineados en sus haceres, no muestran las fronteras de su propósito de inmediato sino
que recurren a alguna evocación para desatarse: “me enfrento a la página en blanco e infinidad de
imágenes en flashback me
regresan a otros tiempos. Tiempos de bienvenidas pero sobre todo, de
despedidas. Entonces bien puede caber aquí una palabra: Recuerdo”, sentencia Ernesto Vázquez en
la apertura de un texto que me recuerda al pedagogo que está terminando de
gestarse y que aún animoso y hambriento busca centrar la identidad de quien
anclará pronto su vida a la de la pedagogía. Gracias Ernesto porque con tu texto lograste que me dieran ganas de volver a estudiar pedagogía.
Aún más. José
Francisco Villatoro reafirma a partir de esas valiosas evocaciones, la forma en
que comienza el trayecto de quienes hemos sido tocados por la pedagogía: “un buen tiempo en la escuela superior
escuché muchas versiones de una misma canción, la Pedagogía por acá y por allá,
y a pesar que mucho verbo tuve que asimilar la ignorancia permeaba en mí, no
sabía a ciencia cierta el significado del término que daba nombre a la
licenciatura que me había elegido, aunque suene raro ella me eligió
no sé decirlo de otro modo.” Este ejercicio del recuerdo plantea el difícil
dilema de la identidad del pedagogo y sus implicaciones hacia las realidades a las
que tendrá, inevitablemente, que enfrentarse.
Otro reflejo
recurrente con que nos sorprende este caleidoscopio tiene que ver con la
amistad. La importancia de la alteridad juega un papel importante. Meneses lo
sabe, de ahí que varios autores enaltezcan la importancia de ser para dejar ser y de ubicarse
para situar al que está enfrente en
la demostración amorosa que resulta de la significación de la educación.
Melchor López es experto vivencial de esta pasión y sirve como (genial-mal) ejemplo de esta forma de amor pedagógico con el
mosaico que representa la experiencia denominada Rostros en la oscuridad. ¿Qué mayor significación contra el poder
institucional de la escuela que darle al alumno la posibilidad de convertirse cuando a la vista del poder
apenas está aprendiendo?
A estos ejemplos
de amor su suman las voces de quienes buscan disertar tozudamente en los
embrollos de sus concepciones. Así, este espejo, en perfecta angulación dentro
del tubo de cartón, es colocado para que Heli Morales, con su Analítica de la amistad; Joan-Carles
Mélich, con Ética de la Corporeidad;
Ulises Piedras Arteaga, con La
experiencia de tu amor; y Adriana G. del Razo, con A propósito del amor pedagógico, nos instalen en una reflexión que
lejos de enmarañarse se vuele un manjar que invita a seguir divagando en el
interminable y confuso laberinto de las cuatro letras que desde la filosofía y
la psicología, abren más caminos para entender, o mejor dicho, seguir no
entendiendo el dilema del amor.
Hasta aquí vale la pena formular una pregunta: ¿es
el nuevo amor pedagógico & un ExpeRiMientO, sólo un mosaico que busca debatir
sobre el amor y su influencia en la pedagogía o en el terreno de la pedagogía?
No, la respuesta es contundente. Algunos de los textos de este caleidoscopio
calibran sin cortapisas la posibilidad de seguir viendo hacia la realidad.
Personalmente destaco un par de textos con los que siento afinidad por gracias
a mi quehacer pedagógico: La exclusión y la escuela: el apartheid educativo
como política de ocultamiento, de Pablo Gentili;
y Cápsulas progresistas. Ideales para el
dolor de escuela, Mariano Noradowsky y Daniel Brailovsky. Comienzo por éste
último. La realidad en que nos movemos y a la que hacía referencia en la
primera parte de esta presentación, nos hace buscar incansablemente opciones
para entender nuestros roles dentro de los espacios educativos. Esta búsqueda
implica adoptar visiones sobre el alumno, el docente y la escuela, y entender
qué le exige la realidad a cada uno de ellos. Actualmente se busca desacralizar
la escuela y convertirla un espacio diferente. ¿Qué tan diferente, si muchos de
los que claman esta transformación son los mismos que desdeñan las formas
efectivas y las tildan de anticuadas, pasadas de moda? La respuesta está en el
texto a través de otra pregunta: “¿qué
aspectos del “formato escolar”, qué geografías, qué certezas históricas, es
aceptable (y razonablemente practicable) comenzar a sacrificar, para poder
conservar aquello que define no ya a la escuela sino a la educación?"
Por otro lado,
el texto de Gentili, me hace morder el anzuelo y pensar sobre los vicios
imperantes de nuestra sociedad: la exclusión como práctica recurrente que, hoy
más que nunca, se ha filtrado a la escuela. Todo surge a partir de un niño sin
zapato al que todos miran con preocupación sin percatarse (o sin querer
percatarse) que alrededor hay cientos o miles de descalzos a los que nadie
quiere ver. Gentili es enfático: “La
selectividad de la mirada cotidiana es implacable: dos pies descalzos no son
dos pies descalzos. Uno es un pie que perdió el zapato. El otro es un pie que,
simplemente, no existe. Nunca existió ni existirá. Uno es el pie de un niño. El
otro es el pie de nadie. La exclusión se normaliza y, al hacerlo, se
naturaliza. Desaparece como “problema” para volverse sólo un “dato”. Un dato
que, en su trivialidad, nos acostumbra a su presencia. Dato que nos produce una
indignación tan efímera como lo es el recuerdo de la estadística que informa el
porcentaje de individuos que viven por debajo de la línea de pobreza.”
Paso
tres. Selle ambos extremos del tubo con dos vidrios circulares.
El
amor es una bestia impar cuya única ambición
es
la de huir de toda interrogación.
CARLOS SKLIAR
La sensibilidad con la que se conducen gran parte
de los autores del nuevo amor pedagógico, sellan perfecto el caleidoscopio de
Meneses. Sensibilidad literaria y musical. El infaltable sentimiento de la
poesía que muta en blues y los toques mágicos de quienes son dueños del
artificio escrito en notas y hecho sonido.
Carlos Skliar, José Cruz (favor de ponerse de pie), Alfonso Guzmán y el mismo
Gerardo Meneses, dan el toque al experimiento que resulta del nuevo amor
pedagógico.
Mención especial merece Verónica Mata con su texto
sobre el amor que no es marca ni mandato y en el que logra enviciarnos hasta
identificarnos: “Esta era una niña de
catorce años que declara su amor. En la declaración, expone que sin éste no
quiere vivir, es capaz de morir si el objeto de su amor no está con ella. La
misma niña, encuentra en el objeto amoroso un obstáculo: éste la ha abandonado
por la tecnología; sin embargo, la niña todo lo perdona, hasta ser simplemente
mirada a través de una pantalla, mientras el otro entre tanto y tanto juega,
chatea, mira imágenes, escucha música.” Con estas
palabras Verónica logra, sin meterse mayores artificios que los de su sensibilidad
y sapiencia, trasladarnos nuevamente al debate del amor a través de un sendero
que se recorre placentera y armónicamente hasta no dejar duda en la relación
entre la juventud y el amor.
Paso cuatro. Forre el tubo con un
papel oscuro.
Cómo poder entender al amor si no se habla de sus
antítesis: el odio, la violencia, la ya mencionada exclusión y el bullying.
Todas esas figuras aparecen también en este caleidoscopio y se posicionan como
puntos de apoyo en el entendimiento del amor. Como lo menciona Adrián Eduardo
Arano Lazo: “Es cierto que en los últimos años la
violencia desmedida acontece en nuestro país, y seguramente las voces que
nombran el resquebrajamiento del lazo social, vislumbrando el ocaso de su
conexión erótica se han intensificado.”
Pero la
violencia, concretamente la que se ejerce a través de la red, queda muy bien
puntualizada en el texto de la Dra. Luz María Velázquez Reyes, quien es capaz
de hacer un retrato de la sociedad actual a través de las prácticas ligadas con
las Tecnologías de la Información y Comunicación.
Paso cinco. Rompa su caleidoscopio.
Lo volviste a
hacer, Gerardo. El nuevo amor pedagógico no es la tercera parte de una zaga que
insiste en instalarse en tus obsesiones pedagógicas. Bueno, podría verse así si
se tratara de reconocerte como un necio del quehacer pedagógico, aquí nombrado
certeramente amor pedagógico. Pero dejemos la duda al lector para que en su
momento busque la respuesta sobre si este nuevo amor pedagógico es o no la
continuación del anterior, pues como bien lo mencionas en tu texto El nuevo amor pedagógico. Un experimiento:
“Podrían decirse muchas cosas (…Parece tratarse de un laberinto cuyo
hilo de Ariadna no es tan claro ni preciso. En cuanto nos adentramos en las
páginas y los sonidos de este libro-disco nos asaltan numerosas metáforas,
personajes, estilos y posicionamientos, que persuaden e intentan enamorar
nuestra atención, a sabiendas de que no hay ninguna garantía en torno a ello.
Lo volviste a hacer, Gerry. Nuevamente has dado
muestra de tu vocación como pedagogo y como un sujeto que, alteridad mediante,
sabe tocar el corazón de los demás a través de la amistad, la hermandad, las
letras, la música y hasta un mal vino que nunca deja un mal sabor de boca.
No me resta más que agradecerte que una vez más
hayas apostado por aquellos que saben encontrar tubitos de cartón y observar
universos a través de ellos, pues al final, son ellos, los que escriben pero
también los que leen, los que hacen que los mosaicos formados dentro del
caleidoscopio que construiste sean nuevamente materia viva para seguir haciendo
pedagogía y no dejarla morir.
Con cariño blusero…
Héctor Anselmo Ortega
1 de junio de 2013