domingo, 11 de agosto de 2013

Señoras ardidas.

El Viejo Tom es mi vecino. Se trata de un anciano regordete cuyo aspecto es la de un oso cagón que come y fuma apaciblemente sin playera, sentado en una banca que ha sido colocada en su patio.

¡Ah!, su patio es digno de un documental pues se trata de un espacio de 9 metros cuadrados en los que ha intentado construir una cantina: tiene una mesa plegable de metal de la cervecería Corona, banquitos tipo bar y una gran banca construida con tabique, madera y garras viejas. Su equipo de sonido es un estereo viejo con tornamesa, casetera y bocinas voladas que han sido colocadas estratégicamente para provocar estragos auditivos entre los escuchas. La música es la hostia: Pedro Infante, Lucha Villa, Jorge Negrete, Las Jilguerillas, Los Xochimilcas y Pérez Prado, son parte del mismo repertorio que durante años hemos tenido que soplarnos quienes nos vemos obligados a padecer su ya tradicional domingo familiar mismo que me atreveré a documentar en otro momento pues de algo ha de servir a los estudiantes de sociología en busca de un trabajo de titulación.
 
Llevo tres horas escuchando los infames berridos de Pedro Infante y Lucha Villa. Llevo ya muchos domingos soportando estoico los mismos berridos durante cinco o seis horas, desde hace muchos años. Hoy he llegado a la conclusión que el viejo Tom debió haber sufrido de una tremenda decepción  amorosa en otra vida. El Viejo Tom sin duda, en esa otra vida y en la actual, fue y sigue siendo una señora ardida en el cuerpo de un oso cagón. 

domingo, 30 de junio de 2013

La chica elástica

A Paulina, la Chica Elástica original
 
Está claro que la gente normal no enciende el televisor con el propósito de enamorarse aunque siempre hay excepciones. He conocido sujetos cuya única capacidad de enamoramiento se encuentra reducida a mujeres como Vilma Picapiedra, Bety Mármol o Marge Simpson, ésto los hace candidatos directos a recibir apoyo psiquiátrico; otros gustan de amar a mujeres tan inalcanzables, por su condición de cadáveres, como Marilyn Monroe o Dolores el Río, mientras que una tercera categoría (los considerados más sanos), se enamoran de mujeres del tipo de Ninel Conde, Mariana Seoane o Salma Hayek. Si siguiéramos por esta línea no dudo que la clasificación se extendería tanto que podríamos lograr una tesis digna para alcanzar un doctorado en apendejamiento humano pero como no es el caso, me parece que es menester incluirme en estas parafilias con un ejemplo digno y único.
Aquí mi caso.
 
Todo ocurrió un sábado por la mañana cuando me disponía a realizar las labores propias de mi sexo, lo que sea que eso signifique. Por algún motivo, sólo explicable por el tarot egipcio, decidí encender el televisor justo cuando una chica enmascarada tomaba el micrófono para disertar sobre la importancia de sus caderas en movimiento y el efecto hipnótico que esto provocaba en miles de púberes que asisten a los conciertos del grupo de surf llamado Los Elásticos. Durante el tiempo que duró la entrevista me fue imposible apartar la mirada de la chica enmascarada, de moldear su cuerpo en la imaginación y principalmente, de encontrarme con su mirada chispeante. Al regresar a la realidad me sentí como un imbécil pero aun así guardé la agradable sensación que me había dejado su sensual e inocente estampa. Reconozco que me fue imposible sacarla de mi pensamiento y como suelo conducirme en estos casos de duda existencial, me refugié en las profundidades de la red con la finalidad de indagar más acerca de ella, de quien descubrí cosas tan fascinantes como el color de sus ojos, la talla de su brasier, e incluso, una legión de cuatro chicas que replicaban sitios en redes sociales utilizando su nombre de batalla: La Chica Elástica.
 
Con semejantes referencias y un mejor pretexto para acercarme a ella, indagué en aspectos más personales como su dirección electrónica y su nombre real. Tal vez les parezca increíble pero todo eso lo conseguí en un par de horas por lo que me atreví a enviarle un mail solicitándole una entrevista para mi columna de Palabras Malditas (lectores, santígüense). Transcurrieron menos de sesenta minutos para que ella me agregara al messenger y estableciera el primer contacto conmigo. Debo decir que ese primer encuentro resultó de pesadilla pues la mujer detrás de la máscara, se comportó de la forma más huraña que la historia pueda registrar, sin embargo, me saltaré ese pasaje para aterrizar en lo verdaderamente importante: nuestra relación.
 
Una vez sorteadas las confusiones y las desconfianzas, logré ganarme la simpatía de La Chica Elástica y con ello a una nueva amiga cuya presencia en mi vida apenas estaba por cumplir una semana. La relación se tornó tan amigable que le propuse nos conociéramos en persona, situación que se postergó debido a compromisos anodinos. Pero la mejor oportunidad llegó cuando Los Elásticos fueron confirmados para presentarse en un festival a unos cuantos kilómetros de distancia de mi casa. Durante una semana entera La Chica Elástica y un servidor trabamos los detalles para nuestro ansiado encuentro. Llegó el día y ya me disponía rendirle pleitesías cuando un problema de naturaleza idiota me impidió asistir al lugar donde se desarrollaría el festival. ¡Maldita mi suerte!
 
Con la promesa de no prolongar más la espera, preparamos un nuevo encuentro en la Feria del libro del Zócalo y en esa ocasión fue ella quien no pudo llegar debido a los compromisos que su vida sin máscara le acarrean. Con muchas tardes en el chat y llamadas telefónicas que reafirmaron un sentimiento mutuo, dispuse todo para no dejar pasar más el tiempo y conocerla en la vida real.

El amor, palabra perversa que carece de significado objetivo pero que reafirma sensaciones malsanas de tan agradables que resultan, se fue arraigando en algún lugar en mi interior al grado de arrancarme del mundo real para mantenerme flotando únicamente en el terreno de la imaginación. Los mensajes de texto y las llamadas esporádicas surtieron su efecto pero algo en la lejanía de nuestros cuerpos fue alargando las distancias hasta que el fuego casi se extinguió.

Una tarde lluviosa decidí hablarle con el firme objetivo de romper la barrera de lo virtual. Era necesario conocernos y estrecharnos los cuerpos, pero un perverso designio de los astros me había deparado una broma macabra desde su propia voz: “es que tengo tres meses viviendo con mi pareja” –dijo súbitamente–. Al regresar a casa, quise romper la televisión y con ello exorcizar el pasado aunque, al final, lo pensé bien y resolví conservar la televisión pues si la destrozaba, los viernes no me hallaría en la grandeza de mi cama, así que dejé el aparato en su lugar ya que después de todo, no tenía la culpa de que yo hubiera sido tan imbécil para enamorarme de alguien a quien había conocido en la TV.

Otras veces ya he hablado de la justicia divina pero en esta reviraré con la venganza del malévolo, quien acostumbra poner las cosas en su sitio. Tras unos meses de cobijo espiritual en las profundidades de los tables dances y sitios de esparcimiento sexual, recuperé las fuerzas para hablar de nuevo con La Chica Elástica. La sorpresa fue grata al enterarme que había colgado la máscara y que su vida amorosa parecía estar logrando claridad. Pactamos un nuevo encuentro hace un par de semanas y como podrán intuir, éste tampoco llegó debido a circunstancias oscuras.

Al momento de redactar este texto, platico vía Messenger con Paulina, la mujer que portaba una máscara cuando de La Chica Elástica me enamoré. Ahora caigo en la cuenta que nunca estuve enamorado de la go-go dancer y en cambio, mi energía libidinal se escurrió totalmente hacia la mujer que personificaba a la heroína de mentiras. Tengo claro que ella vive en pareja y que nuestras existencias van en direcciones opuestas, sin embargo, ella ha recalcado que me ama y eso es lo verdaderamente trascendente para mí. Lo único malo es que su dicho de amor sigue siendo como todo nuestro idilio: por vía del chat.

¿Karma o maldición? Ofrézcanme ustedes una respuesta, eso sí, inteligente y sin que en ella medien los prejuicios.

26 de octubre de 2009.
Texto publicado originalmente en La bitácora del orgasmo.

lunes, 3 de junio de 2013

El nuevo amor pedagógico & un EmpeRiMientO: Instrucciones para construir un caleidoscopio roto.


Paso uno. Hágase de un tubo de cartón en el que pueda ingresar dosis generosas de realidad.
Son tiempos difíciles para la educación… una vez más. Los círculos del poder, fieles a su naturaleza rapaz, han vuelto a recurrir a los servicios de la suripanta preferida: la puta más cuadrada. La misma que a cambio de componendas y dádivas tiene la misión de seducir las mentes de quienes ya no se conforman con vivir bajo los influjos de la droga de moda en el sexenio pasado sino que ahora se ilusionan con la idea de engrosar las filas de los no vivos y confirmar que este territorio está a unos pasos del colapso total.
La suripanta cuadrangular contraataca, y son la educación pública y sus educadores, quienes a fuerza de un documental, decenas de reportajes, cientos de noticias de última hora y sesudas opiniones con tendencia a la desvalorización, se convierten en blanco predilecto. La sentencia es reduccionista: México va al despeñadero por culpa quienes tienen la única misión de educar. Es a esos a quien hay que criminalizar, excluir, erradicar y a los menos aferrados, reencausar a las exigencias de la modernidad.
¿Qué está pasando en nuestro país para que un sofisma televisivo (valga la redundancia) sea capaz de enfrentar a una sociedad entera balanceándose en la cuerda floja atada a los extremos de lo bueno y lo malo?
¿Qué está pasando en México que la gente ha tomado la decisión de señalar a sus educadores cuando es por todos sabido que el mismo que ha dejado en la orfandad a la educación es quien ahora arenga a todos a mejorarla deshaciéndose de los educadores incómodos?
¿Cómo van las cosas en este paraíso, que ya casi ni es país como me dijo apenas unas semanas Gerry—, que muchos han sonreído ante la idea de convertirse en zombies antes que levantar el puño y alzar la voz y sumarse a la solución de esta ecuación llamada México?
El panorama no es peor comparado con otras décadas. Sigue siendo el mismo sólo que esta vez se ha adaptado a los nuevos tiempos. Como lo menciona Gerardo Meneses en su texto de apertura: “En ese renglón, la condición existencial del presente parece irreversible y todavía inestimable el derrotero que ha de seguir, sobre todo porque tiene una música de fondo ruidosa y violenta. No sólo es la tecnología lo que está afectando la época, lo hacen también las tensiones con los contextos de incremento del despojo, la dominación, la manipulación mediática, la exclusión, la crisis de sustentabilidad y el exacerbado mercantilismo.”
Paso dos. Consiga tres espejos e insértelos dentro del tubo de cartón.
¿Por qué hacer otro libro de pedagogía, o concretamente, un libro más sobre el amor pedagógico? La respuesta parece obvia: porque si bien es cierto que la pedagogía parece estar sumida en un letargo que la hace navegar sobre una inmensa laguna sin que sople el menor viento y que esto provoque una constante amenaza por desaparecerla a la menor provocación, hay quienes se aferran a seguir haciéndola.
Es menester destacar que este nuevo libro no sólo existe gracias al afán de querer hacer pedagogía desde los reductos academicistas sino de hacer pedagogía con sentido y dirección a partir de la sensibilidad, de aportar con pasión y volverse lúdico con el quehacer pedagógico sin perder de vista el terreno en que se mueve. No importan las posiciones, éstas se van calibrando gracias a los reflejos que proyectan los tres espejos necesarios para construir el caleidoscopio.
El nuevo amor pedagógico & un ExpeRiMientO, es un caleidoscopio armado pacientemente por Gerardo Meneses Díaz, viejo conocido al que ya le sabemos su adicción al peligro pedagógico, pero construido a partir de las sensibilidades, que con respecto al amor, tienen los autores de cada uno de los textos que, como trocitos de vidrio de muchos colores, van modelando figuras que llevan a otros a interpretar las realidades pedagógicas necesarias para no dejar morir la materia que nos nutre de identidad.
Los mosaicos proyectados en esta nueva aventura, aunque perfectamente delineados en sus haceres, no muestran las fronteras de su propósito de inmediato sino que recurren a alguna evocación para desatarse: “me enfrento a la página en blanco e infinidad de imágenes en flashback me regresan a otros tiempos. Tiempos de bienvenidas pero sobre todo, de despedidas. Entonces bien puede caber aquí una palabra: Recuerdo”, sentencia Ernesto Vázquez en la apertura de un texto que me recuerda al pedagogo que está terminando de gestarse y que aún animoso y hambriento busca centrar la identidad de quien anclará pronto su vida a la de la pedagogía. Gracias Ernesto porque con tu texto lograste que me dieran ganas de volver a estudiar pedagogía.
Aún más. José Francisco Villatoro reafirma a partir de esas valiosas evocaciones, la forma en que comienza el trayecto de quienes hemos sido tocados por la pedagogía: “un buen tiempo en la escuela superior escuché muchas versiones de una misma canción, la Pedagogía por acá y por allá, y a pesar que mucho verbo tuve que asimilar la ignorancia permeaba en mí, no sabía a ciencia cierta el significado del término que daba nombre a la licenciatura que me había elegido, aunque suene raro ella me eligió no sé decirlo de otro modo.” Este ejercicio del recuerdo plantea el difícil dilema de la identidad del pedagogo y sus implicaciones hacia las realidades a las que tendrá, inevitablemente, que enfrentarse.
Otro reflejo recurrente con que nos sorprende este caleidoscopio tiene que ver con la amistad. La importancia de la alteridad juega un papel importante. Meneses lo sabe, de ahí que varios autores enaltezcan la importancia de ser para dejar ser y de ubicarse para situar al que está enfrente en la demostración amorosa que resulta de la significación de la educación. Melchor López es experto vivencial de esta pasión y sirve como (genial-mal) ejemplo  de esta forma de amor pedagógico con el mosaico que representa la experiencia denominada Rostros en la oscuridad. ¿Qué mayor significación contra el poder institucional de la escuela que darle al alumno la posibilidad de convertirse cuando a la vista del poder apenas está aprendiendo?
A estos ejemplos de amor su suman las voces de quienes buscan disertar tozudamente en los embrollos de sus concepciones. Así, este espejo, en perfecta angulación dentro del tubo de cartón, es colocado para que Heli Morales, con su Analítica de la amistad; Joan-Carles Mélich, con Ética de la Corporeidad; Ulises Piedras Arteaga, con La experiencia de tu amor; y Adriana G. del Razo, con A propósito del amor pedagógico, nos instalen en una reflexión que lejos de enmarañarse se vuele un manjar que invita a seguir divagando en el interminable y confuso laberinto de las cuatro letras que desde la filosofía y la psicología, abren más caminos para entender, o mejor dicho, seguir no entendiendo el dilema del amor.
Hasta aquí vale la pena formular una pregunta: ¿es el nuevo amor pedagógico & un ExpeRiMientO, sólo un mosaico que busca debatir sobre el amor y su influencia en la pedagogía o en el terreno de la pedagogía? No, la respuesta es contundente. Algunos de los textos de este caleidoscopio calibran sin cortapisas la posibilidad de seguir viendo hacia la realidad. Personalmente destaco un par de textos con los que siento afinidad por gracias a mi quehacer pedagógico: La exclusión y la escuela: el apartheid educativo como política  de ocultamiento, de Pablo Gentili; y Cápsulas progresistas. Ideales para el dolor de escuela, Mariano Noradowsky y Daniel Brailovsky. Comienzo por éste último. La realidad en que nos movemos y a la que hacía referencia en la primera parte de esta presentación, nos hace buscar incansablemente opciones para entender nuestros roles dentro de los espacios educativos. Esta búsqueda implica adoptar visiones sobre el alumno, el docente y la escuela, y entender qué le exige la realidad a cada uno de ellos. Actualmente se busca desacralizar la escuela y convertirla un espacio diferente. ¿Qué tan diferente, si muchos de los que claman esta transformación son los mismos que desdeñan las formas efectivas y las tildan de anticuadas, pasadas de moda? La respuesta está en el texto a través de otra pregunta: “¿qué aspectos del “formato escolar”, qué geografías, qué certezas históricas, es aceptable (y razonablemente practicable) comenzar a sacrificar, para poder conservar aquello que define no ya a la escuela sino a la educación?"
Por otro lado, el texto de Gentili, me hace morder el anzuelo y pensar sobre los vicios imperantes de nuestra sociedad: la exclusión como práctica recurrente que, hoy más que nunca, se ha filtrado a la escuela. Todo surge a partir de un niño sin zapato al que todos miran con preocupación sin percatarse (o sin querer percatarse) que alrededor hay cientos o miles de descalzos a los que nadie quiere ver. Gentili es enfático: “La selectividad de la mirada cotidiana es implacable: dos pies descalzos no son dos pies descalzos. Uno es un pie que perdió el zapato. El otro es un pie que, simplemente, no existe. Nunca existió ni existirá. Uno es el pie de un niño. El otro es el pie de nadie. La exclusión se normaliza y, al hacerlo, se naturaliza. Desaparece como “problema” para volverse sólo un “dato”. Un dato que, en su trivialidad, nos acostumbra a su presencia. Dato que nos produce una indignación tan efímera como lo es el recuerdo de la estadística que informa el porcentaje de individuos que viven por debajo de la línea de pobreza.”
Paso tres. Selle ambos extremos del tubo con dos vidrios circulares.
El amor es una bestia impar cuya única ambición
es la de huir de toda interrogación.
CARLOS SKLIAR
La sensibilidad con la que se conducen gran parte de los autores del nuevo amor pedagógico, sellan perfecto el caleidoscopio de Meneses. Sensibilidad literaria y musical. El infaltable sentimiento de la poesía que muta en blues y los toques mágicos de quienes son dueños del artificio escrito en notas y hecho sonido.  Carlos Skliar, José Cruz (favor de ponerse de pie), Alfonso Guzmán y el mismo Gerardo Meneses, dan el toque al experimiento que resulta del nuevo amor pedagógico.
Mención especial merece Verónica Mata con su texto sobre el amor que no es marca ni mandato y en el que logra enviciarnos hasta identificarnos: “Esta era una niña de catorce años que declara su amor. En la declaración, expone que sin éste no quiere vivir, es capaz de morir si el objeto de su amor no está con ella. La misma niña, encuentra en el objeto amoroso un obstáculo: éste la ha abandonado por la tecnología; sin embargo, la niña todo lo perdona, hasta ser simplemente mirada a través de una pantalla, mientras el otro entre tanto y tanto juega, chatea, mira imágenes, escucha música.” Con estas palabras Verónica logra, sin meterse mayores artificios que los de su sensibilidad y sapiencia, trasladarnos nuevamente al debate del amor a través de un sendero que se recorre placentera y armónicamente hasta no dejar duda en la relación entre la juventud y el amor.
Paso cuatro. Forre el tubo con un papel oscuro.
Cómo poder entender al amor si no se habla de sus antítesis: el odio, la violencia, la ya mencionada exclusión y el bullying. Todas esas figuras aparecen también en este caleidoscopio y se posicionan como puntos de apoyo en el entendimiento del amor. Como lo menciona Adrián Eduardo Arano Lazo: “Es cierto que en los últimos años la violencia desmedida acontece en nuestro país, y seguramente las voces que nombran el resquebrajamiento del lazo social, vislumbrando el ocaso de su conexión erótica se han intensificado.”
Pero la violencia, concretamente la que se ejerce a través de la red, queda muy bien puntualizada en el texto de la Dra. Luz María Velázquez Reyes, quien es capaz de hacer un retrato de la sociedad actual a través de las prácticas ligadas con las Tecnologías de la Información y Comunicación.
Paso cinco. Rompa su caleidoscopio.
Lo volviste a hacer, Gerardo. El nuevo amor pedagógico no es la tercera parte de una zaga que insiste en instalarse en tus obsesiones pedagógicas. Bueno, podría verse así si se tratara de reconocerte como un necio del quehacer pedagógico, aquí nombrado certeramente amor pedagógico. Pero dejemos la duda al lector para que en su momento busque la respuesta sobre si este nuevo amor pedagógico es o no la continuación del anterior, pues como bien lo mencionas en tu texto El nuevo amor pedagógico. Un experimiento:Podrían decirse muchas cosas (…) Parece tratarse de un laberinto cuyo hilo de Ariadna no es tan claro ni preciso. En cuanto nos adentramos en las páginas y los sonidos de este libro-disco nos asaltan numerosas metáforas, personajes, estilos y posicionamientos, que persuaden e intentan enamorar nuestra atención, a sabiendas de que no hay ninguna garantía en torno a ello.
Lo volviste a hacer, Gerry. Nuevamente has dado muestra de tu vocación como pedagogo y como un sujeto que, alteridad mediante, sabe tocar el corazón de los demás a través de la amistad, la hermandad, las letras, la música y hasta un mal vino que nunca deja un mal sabor de boca.
No me resta más que agradecerte que una vez más hayas apostado por aquellos que saben encontrar tubitos de cartón y observar universos a través de ellos, pues al final, son ellos, los que escriben pero también los que leen, los que hacen que los mosaicos formados dentro del caleidoscopio que construiste sean nuevamente materia viva para seguir haciendo pedagogía y no dejarla morir.
Con cariño blusero…
Héctor Anselmo Ortega
1 de junio de 2013

viernes, 5 de abril de 2013

Carta de suicidio de Kurt Cobain

Para Boddah:

Hablando como el estúpido con gran experiencia que preferiria ser un charlatán infantil castrado. Esta nota debería de ser muy fácil de entender. Todo lo que me enseñaron en los cursos de punk-rock que he ido siguiendo a lo largo de estos años, desde mi primer contacto con la, digamos, ética de la independencia y la vinculación con mi entorno ha resultado cierto. Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando ni creando música, ni tampoco escribiendola, ni siquiera haciendo Rock'n'Roll. Me siento increiblemente culpable. Por ejemplo, cuando se apagan las luces antes del concierto y se oyen los gritos del publico, a mi no me afectan tal como afectaban a Freddy Mercury, a quien parecía encantarle que el público le amase y adorase. Lo cual admiro y envidio muchisimo. De echo no os puedo engañar, a ninguno de vosotros. Simplemente no seria justo ni para vosotros ni para mí. Simular que me lo estoy pasando el 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar. A veces tengo la sensación de que tendría que fichar antes de subir al escenario. Lo he intentado todo para que eso no ocurriese. (Y sigo intentándolo, créme Señor, pero no es suficiente). Soy consciente de que yo, nosotros, hemos gustado a mucha gente. Debo ser uno de aquellos narcistas que sólo aprecian las cosas cuando ya han ocurrido. Soy demasiado sencillo. Necesito estar un poco anestesiado para recuperar el entusiasmo que tenía cuando era un niño. En estas tres últimas giras he apreciado mucho más a toda la gente que he conocido personalmente que son fans nuestros, pero a pesar de ello no puedo superar la fustración, la culpa y la hipersensibilidad hacia la gente. Sólo hay bien en mí, y pienso que simplemente amo demasiado a la gente. Tanto, que eso me hace sentir jodidamente triste. El típico piscis triste, sensible, insatisfecho, ¡Dios mio! ¿Por qué no puedo disfrutar? ¡No lo sé! Tengo una mujer divina, llena de ambición y comprensión, y una hija que me recuerda mucho a como había sido yo. Llena de amor y alegría, confía en todo el mundo porque para ella todo el mundo es bueno y cree que no le harán daño. Eso me asusta tanto que casi me inmoviliza. No puedo soportar la idea de que Frances se convierta en una rockera siniestra, miserable y autodestructiva como en lo que me he convertido yo. Lo tengo todo, todo. Y lo aprecio, pero desde los siete años odio a la gente en general... Sólo porque a la gente le resulta fácil relacionarse y ser comprensiva. ¡Comprensiva! Sólo porque amo y me compadezco demasiado de la gente.
Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo por vuestras cartas y vuestro interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recordad que es mejor quemarse que apagarse lentamente.

Paz, amor y comprensión.

Kurt Cobain

Frances y Courtney, estaré en vuestro altar.

Por favor Courtney, sigue adelante, por Frances, por su vida que será mucho más feliz sin mí. Los quiero. ¡Los quiero!

lunes, 1 de abril de 2013

Detalles inolvidables

Mi ex amigo Tomás solía cortar rosas blancas del jardín de la vecina y colocarlas en agua con anilina cuando menos un par de días. El ejercicio aprendido en la clase de ciencias naturales le ayudó a cautivar a cada una de sus impresionables novias, que inmediatamente caían rendidas ante el poder de una rosa azul. Alguna vez intenté lograr el mismo efecto que Tomás pero a diferencia de él, pasé a la posteridad como el idiota que regalaba flores marchitas de color sepia.

Aferrado al ridículo deseo de querer ser recordado por un detalle inolvidable, cuando cursaba el tercero de secundaría me dediqué a invertir la mayoría de mis ahorros en Garfields de peluche que solía entregar a mis ingenuas noviecitas. El gato obeso y huevón era el muñeco de moda y por eso creía en su capacidad seductora pero como si de una maldición se tratara, en cada ocasión que regalé uno de esos minínos anaranjados, las chiquillas terminaron cambiándome por algún pelagatos que sabía bailar salsa "con vueltecitas" o que se peinaba como Vanilla Ice.

Fue en la preparatoria cuando conocí al Kamala, un sujeto horrible cuyo don consistía en gozar de las atenciones de muchachas de prominente trasero, cintura breve y pecho generoso. El Kamala solía escribirles sesudos acrósticos que colocaba anónimamente en sus mochilas siempre acompañados de un chocolatote Kiss de Hersheys de medio kilo de peso. El día que a mí se me ocurrió imitar esa estrategia sólo logré que mi novia fuera poseída por un demonio que provocó que me mandara directito a la chingada: “¿quieres que me trague todo ese chocolate para ponerme así de gorda y para que la cara se me ponga como un cacahuate garapiñado?

Tras este lamentable suceso vino una etapa de sequía amorosa que inundó mi vida y de lejitos, como hacemos los perdedores, me conformé con ver la forma en que sujetos más idiotas que yo llenaban de detallazos a sus chicas. De esa forma supe que Memo regalaba unos muñecos cachetones llamados Cabbage Patch con los que el muy tonto se fingía un padre responsable y esposo comprometido; el Flaco tejía unas pulseras donde podía leerse el nombre de la amada en turno; Omar solía darles unas tarjetas de papel reciclado que mandaba hacer sobre pedido y cuyo efecto era contundente; Raúl les compraba un anillito con carita feliz, Mariano les daba unos monos feos llamados Burundies y Pablito les regalaba un condón que simulaba paletita de caramelo.

Sin embargo hay de detalles a detalles. En la universidad conocí a un tipo muy peculiar cuya imbecilidad no tuvo límites: todas sus novias, incluida su hoy ex esposa, fueron acreedoras a un disco de Ricardo Arjona. Si esto le genera risa es mejor que guarde la mesura porque el sujeto tuvo mucho éxito con este ofensivo obsequio. Me queda claro que ninguna de aquellas chicas desea escuchar el nombre del sujeto al que hago referencia pero también tengo la certeza que todas, en su momento, se sintieron halagadas con semejante mamadencia.

Escribo lo anterior mientras contemplo un poemario llamado El monstruo de arriba de la cama y caigo en la cuenta que ese libro ha marcado mis últimas relaciones sexosas para gratitud de quien lo escribió pues tal vez soy el único incauto que ha comprado más de un ejemplar de golpe y porrazo. Me queda claro que existen ideas que te pertenecen pero que para nacer tienen que canalizarse en mentes más ágiles que la propia y El monstruo es un ejemplo de ello, por lo tanto mi expreso mi reconocimiento al escritor, a quien le debo unas cervezas.

A veces me pregunto si Israel Miranda habrá tenido el mismo efecto con las chicas gracias a alguno de sus libros, o simplemente, no sabe para quien trabaja.
Escribo este texto porque me he enterado que se ha agotado la edición del poemario y que de hoy en adelante tendré que darle un sello diferente a mis siguientes affaires. ¿Alguna sugerencia aunque resulte ridícula? Únicamente y por salud universal, absténganse de sugerir discos de Ricardo Arjona o libros de Mario Benedetti.

Publicado en enero de 2011
 

jueves, 28 de marzo de 2013

Soothe my soul

Depeche mode es una de mis bandas predilectas: Los sigo desde 1988, antes que Personal Jesus inundará la radio, la televisión y los recovecos auditivos de muchos jovencitos puñeteros que con esta canción encontraron la ruta musical en su vida.

En algún momento llegué a tener toda la discografía del grupo, incluyendo algunas rarezas que entonces nadie aquilataba, pero la vida me llevó a dejar olvidados o encargados varios discos con personas que por ahora es mejor no recordar. Lamento haberlo hecho pues estoy seguro que quienes se quedaron con esos tesoros, en el mejor de los casos terminaron por regalar unos viniles que hoy tendrían un valor tentador.

Después vino la época del heavy metal y con ella le perdí un poco la pista al grupo. Afortunadamente eso ocurrió en los años en que el grupo parecía irse al abismo. Los magníficos Playin the Angel y Sound of the Universe reafirmaron mi gusto por la agrupación y con ello la idea de recuperar los discos perdidos aunque fuera en formato CD. Cierta decidia y la comodidad de tener en mi computadora practicamente toda la discografía del grupo, incluidos algunos covers y remixes, me han impedodo cumplir con la misión. Sin embargo, los cuatro materiales más recientes sí están fisicamente en el mueble donde se guardan mis discos y suelo escucharlos en momentos muy especiales.
 
Depeche mode regresó este 2013 con Delta Machine, un albúm que he podido escuchar completo antes de su lanzamiento gracias a las bondades del internet. No sé si YouTube me haya mostrado el disco que se venderá en las tiendas pero de ser así ansío poder tenerlo entre mis manos y tal vez recuperar la tradición de estrenarlo invitando a alguien que le guste ese tipo de música mientras bebemos algunos tragos.
 
Hoy me encuentro con la novedad que Depeche mode ha lanzado el primer video de este disco: Soothe my soul. Al igual que otros videos de la agrupación, el clip de Soothe my soul es sencillo: en banco y negro, con imágenes de una mujer desnuda, una serpiente y los integrantes del grupo intercalados en algunas tomas. Aquí el video, esperando que alguien comparta mi gusto por Depeche Mode.
 
  

miércoles, 27 de marzo de 2013

Rock & poemario. Un soundtrack para leer*



Tú sabes de mí,
Estuve en Cananea y en Río Blanco,
Llevaba guante blanco en Tlatelolco
y armas de alto poder
en Acteal y Aguas Blancas
-Gerry Meneses-


Mi precaria biblioteca puede presumir de una extraña clasificación que en sí misma resulta peculiar: libros para leer, libros para ver, libros para oler, libros para leer con una sola mano y libros para  escuchar. Yo mismo no hago mucho caso del orden que suelo dar a mi librero pues si un texto tiene la cualidad de atraparme lo más probable es que me olvide de la forma en que está organizado y reclasifique los ejemplares basado en la última adquisición.

Mi biblioteca también puede presumir de algo más: no hay libros impuestos ni libros de moda, sólo textos con los que suelo relacionarme muy estrechamente, ya sea con los personajes o con los autores con quienes, en muchos casos, tengo la suerte de haber trabado una amistad. Cuando esto ocurre, me gusta hablar sobre esos libros, pensarlos, presumirlos, compartirlos y hasta reseñarlos. Este es un hábito que me ha dejado detractores pues no todos comparten la idea de hablar de un libro escrito por alguien cercano, pero me pregunto: ¿para qué voy a hablar de libros que no me gustan y que no gozan del prodigio de avivar mis sentidos?

Lo anterior me ocurre a menudo con los libros-musicales y como ejemplo puedo mencionar El monstruo de arriba de la cama, de Israel Miranda, el cual mantiene su lugar privilegiado en mi librero desde hace un par de años. También están ahí Provocaré un diluvio, de Arturo J. Flores; Una historia como cualquier otra, de Carlos Aviléz; El diario íntimo de un guacarróquer, de Armando Vega-Gil; La reina del sur, de Arturo Pérez Reverte; y Flor de capomo, de Paul Medrano, con estos dos ya podrán darse cuenta de mis otros gustos musicales, esos que no siempre me puedo dar el gusto de presumir.

Hace unos meses, mientras gozaba de la plenitud del anonimato feisbukero, supe del nacimiento de un libro-soundtrack escrito por alguien entrañable: Rock & poemario, de Gerry Meneses. Indagué con los cuates y supe que tenía que hacerme de un ejemplar, por lo que un buen día llegué hasta donde podía comprarlo y pagué uno a uno los pesos necesarios para tenerlo entre mis manos.

Fue como cargar a un chamaco que sabes te convertirá en compadre de su papá. Verlo con sus coloritos, entre roquerosos y punquetos, me hizo añorarlo de inmediato. Pensé en Mike Jagger y Sid Vicius, en Led Zeppelín y The who, y siguiendo el instinto salvaje fui directo al índice para descubrir un montón de rolas que era necesario tener en mi teléfono celular (lo siento pero ya no uso iPod). Llegué a casa y antes de quitarme los zapatos prendí la computadora, busqué las canciones y comencé a leer los poemas fondeando cada uno con la música que le daba color.

Las cosquillas haciéndome estragos en la barriga fueron buen indicio. Las evocaciones de las primeras ganas (me refiero a las ganas de roquear), de convertirse en una estrella de rock, “de meterse en los pantalones más ajustados del par que tenemos y acomodarse bien el paquete que ofreceremos a nuestras nenas”, como bien lo acota Israel Miranda, se apoderaron de mí. En cada página me topaba con Dylan, Jagger, Hendrix, Lennon, e incluso, Kurt Cobain. Pero también frente al público, micrófono en mano, estaba Meneses. Gerry para la banda. Gerry el educador en materias tan complejas como la vida.

¿Observas el choque de la marcha de los fantasmas?
¿El disco que repite su estupidez?
¿Los acordes necios de la palabrería?
¿La tesitura del ritmo apagado de abtería?
Todo es un carrusel
Como en una canción de Lennon
Metales redondos derrapan monotonía
Y está bien…
(Whatching the weels)

Gerry y sus evocaciones.

Bragas!
Murió la primera de mis novias sin que volviera a verle.
Ella cantaba Love me two times
Cuando besar era desvelar el mundo.
(I’m the walrus)

Adiós ventanas…
Tus ojos oscuros (mientras te vistes)
Contrastan con la tristeza del tren,
Su estación
Y este cuarto blanco
(White room)

Gerry, el Profesor Políticamente Rebelde

La televisión y sus merolicos son peores que antaño.
No tengo auto y escucho nubes de inutilidades
En el pulpo que finge ser transporte público.
(I can’t get no satisfaction)

El imperio picotea mis corneas
Los gusanos se lamen las botas entre si
Neblina morada estremece mi cerebro
De nubes azulosas,
Ya no necesitamos ser suicidas
Con nuestras tristezas alcanza
Para morir en la rapsodia bohemia.
(Yer blues)

Gerry el Doctor del Rock.

Del minuto uno con veinticuatro segundos,
Al tres cero dos
(como si de versículos bíblicos
Del ritmo se tratara),
Atrapas mi ontología.
(Whole lotta love)

Orgasmo, coito,
Aprendiendo a tocar guitarra.
Ray y su piano ciego
¿Qué dirías? ¿Qué fue lo que dije?
(What i’d say)


Pero Rock & poemario como buen libro long play trae un track oculto, el plus que míticamente le ponían los grupos noventeros a su música en la década del compac disc: Bullying y otras canciones del hartazgo. Un disco que se lee como encore. Lados B de aquellos ensayos que se han ido rezagando en materia de la escuela y cuya preocupación hace de Gerry un  gran crítico del entorno escolar y las nuevas dinámicas trabadas por la violencia.

¿Vale la pena recomendar el Rock & poemario? ¡Claro! Es un libro de larga duración que seguro tiene el prodigio de mover a la gente a ritmo de poesía, violencia y rock.

EXPERIMIENTO, rock chido "acá" para la banda.

El entrañable Gerry Meneses y las fans.
*Texto no leído el sábado 9 de marzo de 2013, en la FES Aragón. Esa gran manía que tengo de apuñalar mis propios textos para dedicarme sólo a hablar.